“Los mercedarios tenemos como maestro y modelo a Cristo redentor que con su muerte nos ha liberado de toda esclavitud y estamos dispuestos a seguirlo sacrificando hasta la propia vida en el ejercicio del ministerio redentor.” (Constituciones, nº 6).
Un carisma es una señal de identidad, una foto de familia, una impronta que va llenando de color cada gesto, cada manera de ser y de actuar de una familia. El carisma mercedario, con casi 800 años de presencia en la Iglesia, ha logrado impregnar con su aroma amplios espacios de la Iglesia en su deseo permanente de redimir, de anunciar la libertad, de seguir a Jesús en su misión salvadora con exquisita fidelidad. No en vano la vocación de Jesús, anunciada a sus paisanos en Nazaret, no es otra que ofrecer espacios de libertad para su pueblo de forma que pueda descubrir a su Dios y Señor. “El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar la Buena Nueva a los Pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4, 18).
La familia religiosa mercedaria, por consiguiente, es una familia religiosa consagrada al seguimiento de Jesús, que quiere vivir en fraternidad como signo de Reino y que está dispuesta “a poner gran empeño en vivir y difundir el Espíritu Redentor Mercedario en el mundo entero a través de nuestra misión Liberadora”.